Nuevas perspectivas sobre la tutela cautelar y la técnica anticipatoria
Daniel Mitidiero es un joven profesor gaúcho de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul que hace un buen tiempo ha entrado con la fuerza de un torbellino en el mundo académico del proceso civil brasileño, acaso el país donde más se escribe sobre el tema a nivel mundial.
Hace un tiempo, Daniel publicó un artículo donde cuestiona duramente muchas ideas sobre la tutela cautelar que, para cualquier procesalista (formado a partir de las ideas de Piero Calamandrei), equivalen a un devastador terremoto en todo lo que haya aprendido sobre el tema. Estas nuevas ideas se juntan con una interesante exposición sobre la técnica anticipatoria, institución que en Brasil -producto de la reforma de 1994 en su CPC- ha sido materia de preocupación de los más destacados juristas de ese país y también de los más jóvenes.
Pero más allá de estar o no de acuerdo con Daniel (quien, por cierto, además de mi orientador en la tesis de maestría y a pesar de los escasos 7 años de edad que nos separan, lo considero un auténtico maestro y un amigo), el ensayo sirve de prueba irrefutable que las ideas de Pontes de Miranda y Ovídio Baptista da Silva, dos de los más brillantes juristas que el país continental vio nacer y morir, pero que por adoptar ideas distintas a las del mainstream, fueron ignorados, y de Luiz Guilherme Marinoni, se revelan como soluciones distintas y propias de una doctrina que, sin desconocer cuál es su punto de partida, se ha preocupado por construir su propio camino. No es casualidad que Remo Caponi, detentor de la cátedra que alguna vez fue de Mauro Cappelletti y de Piero Calamandrei en la Università degli Studi di Firenze, dijo que el futuro del proceso civil está aquí, en la tierra del gran Chico Buarque.
Con la expresa autorización de Daniel, comparto el artículo original publicado hace unos años en la Revista de Processo y, a continuación, la traducción al castellano publicada el año pasado en la Revista Jurídica del Perú, realizada por quien escribe.
Finalmente, no puedo evitar confesar que sólo el hecho que mi nombre aparezca junto al de Daniel me ennoblece. Y espero que esa «parceria» como se dice aquí, continúe y jamás se detenga.