Jóvenes peruanos: ¡indignaos!

Foto: Paolo Aguilar, EFE

Foto: Paolo Aguilar, EFE

Artículo publicado el 6 de agosto en Consulta Previa.

Hace algunas semanas los peruanos fuimos testigos de unas protestas callejeras en Brasil sin parangón. Los brasileños salieron a las calles día tras día, entre otras cosas, reclamando servicios públicos de primera calidad, condenando la galopante corrupción que es moneda corriente en ese país y quejándose airadamente por los desmedidos gastos del gobierno por causa de la Copa del Mundo. El aumento de veinte centavos del pasaje del transporte público fue apenas fue la gota que derramó el vaso ¿El resultado? Dilma Rousseff bajó las revoluciones, dijo que había que escuchar la voz del pueblo, convocó reuniones con los líderes de la protesta, prometió que los ingresos del petróleo se dirigirían exclusivamente a la educación, y hasta llegó a proponer un ultra-populista referéndum con vista a modificar la Constitución para así lograr una reforma política (léase: que el pueblo le quite algunos privilegios a los políticos).

En nuestro país tuvo que ocurrir una repugnante repartija de varios de los cargos más importantes de nuestro sistema jurídico para que, de una vez por todas y con una convocatoria en tiempo récord, miles de peruanos tomen las calles del Cercado de Lima gritando, de forma unísona: “¡basta!”. Pero no sólo ello. Rápidamente pudo advertirse que la repartija, al igual que los veinte centavos en Brasil, fue la gota que derramó el vaso: los peruanos protestaron por la forma de hacer política, por la sinvergüencería y desfachatez de los congresistas, por las promesas incumplidas del Presidente. Con gran energía, los indignados peruanos alzaron su voz. ¿El resultado? Los autores del latrocinio dieron marcha atrás y deshicieron todo lo hecho. Por su parte, los autores intelectuales (léase, Ollanta Humala y su esposa) se lavaron alegremente las manos.

Ya no se trató de una huelga de un gremio de trabajadores, de esas a las que estamos tan acostumbrados. Tampoco fue un olvidado pueblo de la sierra o selva cuyas tierras estaban siendo injustamente expropiadas. Ahora ­fueron jóvenes –en su mayoría de clase media– que, al congregarse para decirle “no a la repartija”, a la vez que expresaron su repudio a los tejes y manejes de los congresistas, también defendieron la institucionalidad del Tribunal Constitucional y de la Defensoría del Pueblo, órganos cuyo rol en la preservación del sistema democrático es más que importante. Así, se recriminó a los miembros de la clase política, recordándoles que ellos tan sólo detentan temporalmente el poder, pero que de ninguna manera les pertenece. Ellos son representantes, cumplen un encargo y están en la obligación de ejercitarlo correctamente.

Pero también fue un claro mensaje para los jóvenes del ayer, esos que casi ni se inmutaron cuando, en 1992, fue aniquilado, una vez más en nuestra historia, el orden constitucional. Allí casi todos aplaudieron: al fin y al cabo, la inflación y el terrorismo así lo ameritaba, se pensó; de ahí que la permuta de seguridad y mano dura por una nueva dictadura se vio como un buen negocio.

Y nada distinto ocurrió en 1998, cuando tres jueces del TC, por proteger la Constitución contra una ley abiertamente inconstitucional (la famosa ley de interpretación auténtica que autorizaba un tercer mandato de Fujimori), fueron sometidos a un cobarde proceso de acusación constitucional –promovido y perpetrado por muchos de los que, aún hoy, hacen leyes en nuestro país– y, finalmente, fueron echados. Por eso es que, al reclamar candidatos idóneos para el TC, los jóvenes de hoy también le dan un mensaje fulminante al fujimorismo al defender al mismo órgano que fue vilmente mermado.

Y, finalmente, el mensaje también llegó a Palacio de Gobierno, donde la pareja presidencial no sólo se preocupa por trabajar por el país, sino también maquina juegos y ardides políticos para, quizá, no ser importunados en su labor y en sus futuros planes. Y qué mejor que controlar el TC y la Defensoría, precisamente los órganos que más obstáculos les podría colocar. Pero ahora están advertidos porque los jóvenes indignados están atentos a cualquier maniobra, y ya demostraron que en cuestión de pocas horas pueden organizar una tumultuosa protesta, sin que los gases lacrimógenos sean suficientes para acallar el sentir popular.

No queda más que alentar, por tanto, a aquellos que vieron, curiosos, la valiente defensa de nuestra democracia por televisión: ¡indignaos!

2 Comments on “Jóvenes peruanos: ¡indignaos!”

  1. tal vez debiera resaltarse el papel que jugaron por primera vez en el perú las redes sociales tanto en la difusión de todo tipo de comentarios en contra de la repartij como en la organización de las protestas. en el perú, creo que sospechar, que son los jóvenes quienes más utilizan las redes sociales. saludos.

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