La carta de la indolencia
«Alberto Fujimori merece la libertad que le permita vivir el último tramo de su vida rodeado del afecto de su familia. Él merece ver con sus propios ojos libres la prosperidad que hoy vive el Perú gracias a las reformas que inició en su gobierno. Él merece ver con sus propios ojos libres ese Perú emergente, de los jóvenes emprendedores que estudiaron en las escuelas que construyó. Increíblemente, Alberto Fujimori es hoy el rehén de sus enemigos políticos del ayer«.
Este fragmento pertenece a una carta firmada por Keiko Fujimori, hecha pública hoy, probablemente constituya el momento culminante -y desesperado- de la campaña de sensibilización y compasión en que consistió el pedido de indulto de su padre. ¿Y por qué desesperado? Porque ya se hizo manifiesto que Fujimori no cumple con la principal condición para ser beneficiario de un indulto humanitario, es decir, no posee una enfermedad terminal e incurable. La carta es producto de una reacción política ante lo que ya es prácticamente inexorable: la denegación del pedido de indulto.
De ahí que a la imagen de victimización tuvo que serle sumada, por supuesto, un énfasis en la reivindicación de los logros del gobierno de la década de 1990. ¿Y qué otra cosa quedaba? Nuevamente afloró, por tanto, la viejísima estrategia discursiva fujimorista: que hubo más cosas buenas que las malas, que el cese de la inflación y la derrota del Sendero, a fin de cuentas, pesan más que la pulverización de la institucionalidad democrática, que la ingente y desbocada corrupción y que la forma autoritaria de gobernar. Es decir, exactamente de la misma lógica de algún celebérrimo defensor del fujimorismo que justificó el régimen de su adalid: «Nosotros matamos menos«.
Nótese el ardid argumentativo contenido en el fragmento transcrito: Fujimori es el responsable de la prosperidad actual del Perú, por tanto merece ser libre. Pero esto debe ser desbaratado puesto que pocas veces un discurso político estuvo tan de espaldas a la realidad jurídica: Fujimori fue condenado por el Poder Judicial por asesino, secuestrador y ladrón y respetando su derecho a un debido proceso. Y si algo es clave para el funcionamiento del ordenamiento jurídico es que las decisiones de la jurisdicción sean respetadas. Por tanto, Fujimori está preso porque la ley lo manda. La propia ley permite, sin embargo, que salga de prisión si cumpliese con ciertos requisitos. Lamentablemente para él y sus secuaces, no los cumple.
Esto es lo que precisamente trata de ser empañado con ese «merecimiento» del que habla Keiko. Pero, ¿de cuándo aquí un preso puede dejar de serlo por sus acciones políticas pasadas? Si ello es así, ¿qué hay de todos los condenados injustamente? ¿Qué hay de aquellos enfermos terminales que aún no ven a sus familias debido a la insoportable burocracia estatal? Es claro: el recurso a un supuesto merecimiento para justificar el indulto exhala la más pura y consumada indolencia contra todos aquellos que padecen la restricción de su libertad por crímenes infinitamente menores que los perpetrados por el dictador. La carta de Keiko refleja ese pavoroso desdén tan propio del fujimorismo por la igualdad y por la auténtica justicia, y no en esa que la hija dice creer, tal como proclama al final de la carta.
Asimismo, no es casualidad que se dirija a los «jóvenes emprendedores». En realidad se dirige a los jóvenes peruanos de pocos recursos que tuvieron que estudiar en un colegio público, atribuyendo los logros que su esfuerzo haya podido conseguir a Fujimori, por el solo hecho de haber construído las escuelas donde se formaron. Además de tratarse de un discurso manipulador, propio de un caudillismo exacerbado («Fujimori me dio una casa, por tanto le debo gratitud eterna»), pienso que se trata de una injusticia extrema con los muchachos que se forjaron su propio futuro en condiciones adversas. Ellos y sus padres tienen el crédito, y no el gobernante que simplemente hizo que lo que le correspondía hacer.
Es casi un hecho que el indulto será, dentro de poco, una anécdota. No obstante, muchísimo más importante que esa sensata decisión que el gobierno tome, es que los peruanos puedan, finalmente, liberarse de esa dulce y, a la vez, dañina percepción que aún se tiene sobre el gobernante más corrupto de la historia del país. Nada de eso contribuye para nuestro aún incipiente espíritu democrático.
Y es que cada cosa debe estar en su lugar. Y el lugar de Fujimori, por ahora, es la cárcel.
En Colombia hay gente que idolatra a Pablo Escobar como si fuera un santo por que les regaló una casa y entregó otras dádivas, ignorando el tremendo daño que le hizo a su país con su accionar criminal. Ahora la familia imperial Fujimorista nos quiere vender una figura similar, buscando la libertad de su líder para que evada su justa condena. El informe de su salud desbarata sus aspiraciones.
Muchas gracias por comentar, Mario. En efecto, esa es la típica política asistencialista de los caudillos: hacer creerle al pueblo ignorante que se les hace un favor. Ojalá algún día América Latina se libre de ellos.
Un saludo,
Renzo
Da vergüenza ajena escuchar a un colega como es el Dr. Nakasaki defender lo indefendible, porque habrán letrados que por un puñado de billetes pueden defender a tipos como Fujimori?. Todos tenemos derecho a defender y ser defendidos pero siempre tiene que haber una pizca de ética. Que opinan ustedes?.
Estimado José, gracias por comentar. Yo pienso que, así como todos tenemos derecho a ser defendidos, los abogados tienen el derecho de rechazar una defensa porque consideran que ello afectaría sus principios éticos. Yo jamás hubiera defendido a Fujimori, por ejemplo. Sin embargo, también soy consciente que si no hay una tipificación prevista (porque sólo de esa manera puede sancionarse válidamente a alguien), todo quedaría en el tema moral, subjetivo por naturaleza y, por tanto, extrajurídico.
Saludos cordiales,
Renzo
Señores,
A veces cuando las aguas están mansas no recordamos como fue la tormenta que vivímos en esos años. Aunque no lo querramos reconocer y pese a todo lo que se le imputa a Fujimori. No podemos negar que hoy podemos salir a las calles sin miedo a ser volados en pedazos por coche bombas…Hoy sabemos que los emprendedores tenemos oportunidades y que nuestro negocio si fracasa será por cualquier otro motivo menos terroristas o apagones inesperados …No estaría de más recordar que en éste caso en particular PABLO ESCOBAR era un CRIMINAL!!!! En cambio a FUJIMORI No se le puede llamar criminal, ya que en una guerra interna donde los agresores SON LOS TERRORISTAS, la autoridad de turno (Fujimori) debe poner orden usando a las fuerzas del orden (FFAA). Eso fue lo que hizo. Hizo lo que tenía que hacer. Que los familiares de los terrucos salen a llorar a medio planeta… con que » mi hijit@ era buen@ …» » era un joven muy estudioso…se sacaba muy buenas notas»» todos l@ querían…» y quién díganme ustedes tendría la cara ara salir a decir que su familiar era un asesino, de niños, jovenes y ancianos, que asesinaba a campesinos humildes que no querían problemas y que por eso eran asesinados cruelmente con hachas, y a la ciudadanía con armamento militar. Que esos mismos familiares que tanto lloran ejecutaban cada ataque con premeditación alevosía y ventaja, asi mismo maquinaban cómo ejercer el mayor dolor a sus victimas…
Estimada Luana, gracias por comentar. Tu posición es respetable, como todas, pero pienso que, inclusive en la guerra con que Sendero desafió al Estado Peruano, existen límites para el uso de la fuerza, y las órdenes que Fujimori dio sobrepasaron de lejos esos límites. Asimismo, no hay que verlo como nuestro salvador, eso podría llevarnos precisamente a minimizar sus delitos (porque según el Poder Judicial los cometió), sino como alguien que tuvo aciertos y gravísimos errores, como mandar a matar, secuestrar y perpetuarse en el poder. Finalmente, creo que sería muy injusto decirle a una madre ayacuchana cuyo marido, cuyos hijos fueron asesinados por militares, que los agresores en realidad… fueron los terroristas. ¿Tiene sentido? ¿Cómo crees que nos respondería?
Saludos,
Renzo