La historia no debe ser un mero recuerdo

Acabo de ver una reciente adaptación al cine del diario de Ana Frank y la verdad es que son muchísimos los sentimientos que las líneas que una niña de 13 años pueden transmitir. Uno, la pugna por no morir aún a costa de tantos sacrificios, como privarse de la libertad y soñar con caminar por la calle; otro, el horror vivido entre racismo, muerte y bombardeos; otro, la fortaleza anímica para sobreponerse a todo eso y amar, crecer, ilusionarse, en una palabra, de vivir. Esas líneas, concebidas por alguien a quien le tocó padecer un auténtico infierno, sirvió como uno de los documentos más preciados que sirvieron de testimonio para que las posteriores generaciones comprendan lo que significó la opresión nazi y todo el sufrimiento que ocasionó. Y todo parece indicar, para bien o para mal, que la humanidad -o al menos parte de ella- sí lo entendió.

Pero hoy no quiero hablar de lo que ocurrió hace tantos años en Europa, sino lo que aconteció en el Perú las últimas dos décadas del siglo pasado. Así como el diario de Ana Frank también hubo impactantes testimonios -menos conocidos pero no menos importantes- de las atrocidades que se vivieron en tantos lugares del Ande peruano durante la época del accionar de Sendero Luminoso; sin embargo, a diferencia del texto de la valiente holandesa, tal parece que la  sangrienta historia sufrida y conocida por un gran porcentaje de los peruanos aún vivos, no ha sido una lección que se haya aprendido del todo.

Esto queda lamentablemente claro cuando un grupo de jóvenes crean un partido político, reúnen más de 300 mil firmas para inscribirlo, pero dicen tener como ideología el marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento gonzalo; aseguran que Lucanamarca o Tarata son hechos políticos y no actos terroristas; califican a Abimael Guzmán como un filósofo, un político, un hombre que es consecuente con sus principios; y piden amnistía para todos, absolutamente todos, los partícipes del conflicto armado que vivió el país por causa de movimientos como Sendero Luminoso, MRTA, y otros.

En efecto, sin lugar a dudas algo anda muy mal.

Muchos se preguntan cómo es que esto puede estar sucediendo nuevamente. ¿Cómo es que estos jóvenes no son capaces de aceptar que lo que hubo fue una barbarie? ¿Cómo es que califican como «excesos» a las matanzas y masacres? ¿Cómo es que pueden pregonar exactamente la misma ideología que sirvió para justificar crímenes tan atroces so pretexto de la lucha de clases y de la revolución armada? Las respuestas tan incoherentes y contradictorias que los dirigentes del Movadef dan a estas preguntas pueden llegar a desesperar, porque da la impresión que uno habla con gente que no es capaz de ver las cosas como son. Esto le ha ocurrido, por ejemplo, recientemente, a una incisiva periodista como Patricia Del Río, quien perdió los papeles al no convencerlos con sus razones y argumentos, y algo similar ocurrió con Beto Ortiz, quien expulsó de su set al abogado de Abimael Guzmán porque no toleró que éste siga defendiendo a un asesino. Curiosamente, Luz Salgado estaba también en el set pero a ella no la echaron.

Pero esta no es la manera de combatir esta amenaza para la democracia que significa el Movadef (pues un grupo de personas que pretende ingresar al escenario político pregonando el «pensamiento gonzalo» lo es). De nada sirve que se le pregunte a Melinda Aranda, dirigente de dicho partido, qué pensaría si su madre hubiera sido violada por terroristas, o que se vocifere que Abimael Guzmán es el más grande asesino de la historia del país. Es claro que esto no mella en lo absoluto la convicción que estos muchachos tienen en lo que les han enseñado. Es preciso cuestionarlos y desacreditarlos desde otra perspectiva: la ideológica. Es ingenuo tratar de sensibilizarlos porque alguien que cree que Lucanamarca es un hecho político ya está blindado contra eso. Ellos están plenamente convencidos de su discurso político, por más desfasado y absurdo que sea, pero la raíz de sus planteamientos y sus asertos contienen una base ideológica que es necesario atacar. Así, se requiere debatir con ellos sobre el concepto de guerra, terrorismo, comunismo, pensamiento gonzalo, marxismo, pero no gritando, sino dejándolos hablar, permitir que balbuceen, que se confundan, que se contradigan. Si hay una diferencia entre ellos y Guzmán, es que éste sí leía y sí entendió lo que leía (sólo que ilusamente creyó que lo podía aplicar en la realidad peruana), mientras que aquellos apenas conocen las obras vinculadas al pensamiento que dicen defender.

Hace algunos días apareció un reportaje en «Tribuna abierta» -programa conducido por Rosa María Palacios- que trató en buena medida de cuestionar los puntos antes mencionados. Quedó evidenciada la ignorancia de los jóvenes del Movadef cuando no supieron responder qué pensaba Mariátegui de Gonzáles Prada, o cuando rehuyeron conversar sobre «El capital» de Marx. Aquí el periodista dio en el clavo: los muchachos están en la calle, y no resistirían el menor cuestionamiento por alguien con un buen manejo de conceptos políticos y jurídicos vinculados al tema de Sendero. Y es precisamente aquí donde hay que atacarlos con intensidad y sin piedad, pero siempre con respeto y de forma alturada.

No quedan dudas que Ortiz, Del Río, Delta y Thondrike son buenos conductores de noticieros, pero adolecen de una argumentación sólida (al menos así lo han demostrado con sus entrevistas) para rebatir ideológicamente a los partidarios del Movadef. Sus preguntas lo único que hacen es darles protagonismo y, para colmo, quedan mal parados cuando se desesperan porque sus interlocutores no les dan la razón en nada de lo que dicen. Este tipo de debates no sirven para nada y deben evitarse. Estos periodistas deben traer a Gustavo Gorriti, a Martín Tanaka o a Julio Cotler para que sean ellos los que hagan los cuestionamientos, y con esto no se están rebajando; todo lo contrario: con su intelecto le harán un gran favor a su país.

Entonces, es la ideología del Movadef lo que debe ser destruido. A ello debe acompañarse, claro está, una intensiva educación en los colegios y universidades sobre lo que significó Sendero Luminoso y un arduo trabajo por parte de los partidos políticos, mediante el adoctrinamiento, a fin de desbaratar los numerosos comités del Movadef que se han conformado a lo largo del país. Es aquí donde éstos deberán demostrar que el afán electoral no es lo único que les importa. Todo ello servirá para que la historia no sea un mero recuerdo y que todos esos testimonios hablados, escritos e inmortalizados en una fotografía o en un vídeo, calen en la memoria de todos los peruanos, exactamente igual que el inmortal diario de Ana Frank.

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