La abogacía y la (in)justicia

Juicio Almeida

Detalle de Caricatura Juicio Caso Almeida, de José Pedro Figari.

Es común escuchar o leer por ahí que los abogados deben «buscar la justicia». Un decálogo muy famoso de un procesalista inolvidable así lo mandaba, por cierto, y aún hoy se cita hasta la saciedad, no sin mucha convicción aunque con gran elocuencia, por cierto.
 
No obstante, me temo que eso representa un entendimiento altamente equivocado de lo que significa ejercer la profesión de abogado. Tener ese oficio presupone lograr el mejor resultado posible para el cliente dentro del marco que el ordenamiento jurídico autoriza. Sin excepción alguna, el abogado debe usar todos los medios que la ley ofrece para ganar su caso, pues para eso le contratan y le pagan. Si mañana le digo a mi cliente que buscaré la justicia independientemente de que le asista la razón, tengan por seguro que ese mismo día estará buscando otro abogado.
 
En esta línea, la pomposa frase «defender causas justas» podríamos entenderla de dos maneras: (a) es la «justicia» que nosotros perseguimos para nuestro cliente; o (b) solo debemos defender aquellas causas defendibles, en las que sepamos que nuestro cliente realmente tiene razón.
Si es (a), hablamos de una «justicia del cliente», o sea, una visión sesgada de la realidad y, por tanto, la frase pierde todo sentido. Si es (b) hablamos de que el estudio del caso nos lleve a una cierta convicción de que nuestro cliente tiene razón, entonces la frase pierde sentido porque la «justicia» dependería de nuestra expertise saber si el cliente miente o no y nuestra prognosis sobre cómo sería el resultado del proceso. «Lo justo» aquí deviene en algo insoportablemente subjetivo, puesto que el abogado, por esencia, es parcial: él no quiere otra cosa que la victoria de su cliente.
 
Por cierto, hay que tener en cuenta que cualquier persona tiene derecho a asesorarse legalmente, pero el abogado defensor también tiene derecho a elegir los casos que patrocinará y, por ello, elegir qué causas, para él, valen la pena ser defendidas; y asumir las consecuencias de ello, en todo sentido.
 
Pero vamos, si aún así alguien quiere perseguir la justicia, ¿qué hacer? Muy fácil: sean jueces, fiscales, funcionarios públicos, académicos o profesores. Desistan de ser abogados. Apenas una sugerencia: eviten juzgar desde su posición a aquellos que, sea parcialmente o no, dedican su tiempo a la abogacía; y más aún si es que lo hacen sin conocer los pormenores de los casos.

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